Ciudad Juárez

Cuando Mary Ellen Gondeck me preguntó si me interesaba asociarme con un equipo pro paz en Juárez, México, no hesité. Soy de ascendencia mexicana y siempre soñaba con servir en México. También siempre deseaba aprender hacerme mejor trabajadora pro paz.
La capacitación sucedió y ahora hay la realidad de Juárez, que puede paralizar a uno: los carteles luchan para el poder, aprovechando de los pobres para los trabajos sucios. Las extorsiones han forzado a las familias abandonar la ciudad, dejando hogar, amigos, y posesiones, por temer por su vida.

Muchas señoritas han desaparecido y luego sus cadáveres se encuentran en el desierto. No hay ningún trabajo y muchos sobreviven vendiendo la mercancía en la calle: escobas, jabones, etc. – solo bastante para comer aquel día. Tantos jóvenes ni pueden pagar el estudio ni encuentran trabajo.
La lista sigue y sigue, pero en medio de todo este dolor y sufrimiento, hay gente esperanzada de una mañana mejor. El fin de semana pasado, asistimos a un congreso al otro lado de la ciudad. Algunos participantes llegaron de las colonias pobrísimas. Habían recibido la tarea de reflexionar sobre el Juárez de ayer, el Juárez de hoy, y el Juárez del futuro.

Una señora compartió como se había desaparecido su hija de 16 anos. Paloma era hija única. La familia buscaba unas tres semanas antes del descubierto de su cadáver en el desierto. En medio de su dolor, la madre juró no parar hasta hubiera la justicia. Esta mujer ha inaugurado un grupo de apoyo y siempre le invitan su acompañamiento otras madres y familias para confrontar a las autoridades corruptas. Quizás no venga la justicia, pero estas mujeres valientes no se recuestan para permitir que tales crímenes pasen inadvertidos, tal como las autoridades quieren.

He conocido a tanta gente dedicada luchando para una mañana mejor en su ciudad. ¡Ay, cómo quieren a su ciudad! Quieren ver crecer los jardines y los árboles y gozar de la belleza alrededor de sus casas y la ciudad otra vez. Quieren sentirse libres andando por las calles.
Miran a Angie Mann – joven de 18 anos – y a la Hermana Nina Rodríguez – vigésima de cincuenta años de la Congregación de San José – y dicen, “Mientras tantos han salido, Uds. escogieron venir y vivir entre nosotros. Son un símbolo de paz y la esperanza que Dios no haya abandonado a su gente.” Nos miran con incredulidad, pero nos han dado una bienvenida llena de tanto amor y gratitud.

Por Nina
(traducido al español por Sandra)
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