Thursday, October 14, 2010

El dolor en la realidad


martes, 12 de octubre 2010
Juarez
Escrito por Angie


El domingo era el primer día de un torneo de fútbol que estoy coordinando con un señor de la aérea. Nuestro primer partido empezó con ¨Barcelona¨ contra las ¨Damas J.O.¨ Era un partido fantástico y todos nos divertimos. Soy la árbitra para los partidos y nunca pensaba que iban a tomarlo tan serio. No es solo un partido aquí. Les importa.

Nuestro primer partido concluyó con Barcelona vencedor 3-2. Al empezar el segundo partido entre ¨Ciudad Manchester¨ y Argentina, ¨ todos estábamos de buen humor. A unos 10 minutos en el partido, oímos disparos a una cercana proximidad. Los disparos se ubicaban en la calle adyacente al campo de fútbol donde jugábamos.

Durante los disparos, a mí me parecía que todo se desaceleraba, pero todo corría tan rápido. La gente corría tratando de zafarse con los niños, gente gritando y chillando, alejándose conduciendo. El partido de fútbol se paró completamente y todos los niños corrieron al rincón del campo de donde se podía ver la situación desarrollándose. El señor, su esposa, y yo llamábamos a los niños ¡Vénganse! ¡Vénganse! El señor por fin se dirigió al rincón y físicamente volvió a los niños.

En nuestra primera llegada al Centro, preguntamos ¨ ¿Qué debemos hacer si vemos u oímos algo pasando? Su respuesta era muy sencilla: ¨Den la espalda o les van a matar a Uds. también. Les matarán aún por mirar.¨ Ese domingo, una señora nos acercó y dijo algo al señor con quien trabajo yo, y él vino para decir a su esposa y a mí de sentarnos contra una pared. No estoy segura de lo que la señora le había dicho, pero era claro que estábamos en peligro.

Mientras gritábamos a los niños, por casualidad recibí nuestra llamada de seguridad de parte del Equipo Pro Paz Michigan. Obviamente no era buena hora y le pedí que llamara más al rato. Aquella llamada terminó mis últimos minutos telefónicos y ahora no solo se me encontraba en una situación no planeada e insegura, sino que tampoco tenía ninguna manera de llamar a Nina quien no me acompañaba. Tengo que admitir que me sentía mucho mejor por estar con el señor y su esposa. Después de pasar unos cinco minutos, los padres llegaron para llevar a sus hijos a casa. La gente todavía corría y gritaba.

Supimos que un hombre había venido para matar a otro hombre. Éste caminaba con su esposa y su hijo. Cuando vio que vinieron por él, se huyó y su esposa se quedó con el hijo. El hombre le dio seis balazos a ella en vez de a él, dejando al niño sin herido físico. Después, cuando llegó a ser más seguro, salí con mi equipo de afinidad en un carro y me dejaron a casa.

La violencia aquí es verdadísima, pero la gente que se queda aquí para lucharla también es verdadera. El temor paraliza a la humanidad. Aquella mujer fue asesinada, por razones desconocidas, pero ninguna razón puede justificar quitar la vida de nadie.

Tradacido por Sandra

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